El agua es fuente de vida. De hecho, al menos dos tercios del cuerpo humano está compuesto de agua.
Es vital para el buen funcionamiento del cuerpo, tanto para las distintas funciones del organismo como para la hidratación del cerebro.
De ahí que necesitemos consumir entre uno y medio y dos litros de agua diarios, entre las distintas fuentes de alimentos que obtenemos y otros líquidos.
De gran importancia es pues la cantidad de agua que consumamos para nuestra salud, pero también y, sobre todo, su calidad.
El agua contiene distintos elementos como pueden ser los minerales, tan beneficiosos para nuestro organismo.
Sin embargo, también alberga otras sustancias que pueden ser nocivas para nosotros, como agentes químicos, tóxicos, microbios y bacterias.
Según la Organización Mundial de la Salud, cerca de mil millones de personas en el mundo no tiene acceso a agua potable,
y al menos otros dos mil millones accede a agua en malas condiciones.
Esto convierte al agua en una cuestión de salud pública de primer orden para todos los gobiernos del mundo.
En este sentido el Estándar de Construcción WELL es muy sensible a esta circunstancia y tiene entre sus objetivos mejorar la calidad del agua que consumimos estableciendo una serie de actuaciones rigurosas en las viviendas que obtienen este certificado.
Tabla de contenidos
¿Qué medidas toma el Estándar de construcción WELL para verificar la calidad del agua en su vivienda?
Hay dos elementos importantes a la hora de analizar y determinar la calidad del agua:
Su turbidez y la cantidad de coliformes totales que contiene.
En este sentido, a mayor turbidez menor calidad puesto que esto puede indicar la presencia de elementos
que pueden servir de alimento para microbios y bacterias potencialmente dañinos para nuestra salud.
Al igual que con la turbidez, las bacterias coliformes están naturalmente presentes en la naturaleza y no suponen un riesgo especial para la salud.
Pero si se encuentran en el agua que consumimos si pueden serlo, ya que podrían indicar la presencia de bacterias, virus u organismos dañinos.
Además de la presencia de microorganismos, también se analiza la presencia de sedimentos inorgánicos.
Éstos son los restos de metales que pudiera haber en el agua.
Si bien en cantidades ínfimas pueden ser beneficiosos para la salud,
no es así a partir de ciertas cantidades y sobre todo algunos como el plomo o el mercurio cuya presencia es directamente peligrosa.
En este sentido, los sistemas de ósmosis inversa o los filtros con tecnología de fluxión de degradación cinética pueden ayudar a eliminarlos.
Los contaminantes orgánicos también se encuentran en cantidades muy pequeñas dentro
del agua pero es cierto que su presencia puede causar serios problemas a la salud, sobre todo al sistema inmunitario y nervioso.
Se trata de aquellos componentes químicos que acaban en el agua bien por filtraciones o por cercanía a alguna fuente de tóxicos mal sellada.
Sobre todo nos referimos al benceno, arsénico y al estireno.
Los filtros de carbón activado son muy eficaces para eliminar este tipo de sustancias químicas dañinas.
Contaminantes agrícolas. Son quizá los más comunes debido a la agricultura intensiva.
De esta forma, los pesticidas y herbicidas hoy día se encuentran en muchas superficies lo que hace inevitable que se filtren a los acuíferos.
El ya conocido glifosato, un herbicida cuyo uso está muy extendido,
se ha relacionado en diversos estudios con efectos disruptores en el sistema endocrino.
En este sentido y como en el caso anterior, los filtros de carbono activado son muy eficaces para eliminar este tipo de sustancias.
Aditivos en el agua pública: En muchas ciudades se incluyen aditivos al agua como pueden ser el cloro o el flúor.
Ambos tienen una función desinfectante y también en el segundo caso actúa como anticaries.
Lo que ocurre es que un exceso de estas sustancias también puede ser perjudicial para nuestra salud.
Esta sobreexposición se ha relacionado con problemas digestivos y de los riñones, aunque también con irritaciones diversas en ojos y piel.
Saber si la calidad del agua que llega hasta nuestro hogar es óptima es algo crucial.
Si bien los cambios en el clima, las temperaturas o el ph pueden afectar a su composición
es bueno establecer análisis periódicos que puedan a asegurar su calidad. Por ejemplo,
hacer pruebas trimestrales que detecten la presencia de los materiales inorgánicos más nocivos como el plomo,
el mercurio, el arsénico o el cobre. El Estándar de Construcción WELL recomienda efectuar
además un registro de dichos datos para poder hacer un seguimiento sobre ellos periódicamente.
En conjunto con estas medias también se procede a una serie de tecnologías que ayudan a mantener la calidad del agua.
En este sentido, someterla a procesos de filtración o de esterilización preventiva son especialmente eficaces.
Aparte de los filtros de carbono, se somete el agua a un proceso radiación con rayos ultravioleta que actúan como un potente germicida.
Otra de las medidas más importantes es el control de la legionella.
Se trata de un virus que puede ser letal para el ser humano y su control y erradicación deben ser estricto.
Esta actuación recibe una especial atención cuando estamos hablando de edificios en los que se alberga
una gran concentración de personas como pueden ser los centros comerciales, lugares de trabajo masificados y, sobre todo, centros sanitarios.
¿Cómo promociona el agua potable el Estándar de Construcción WELL?
Como hemos venido explicando el agua es un elemento vital para el ser humano.
Y es, de hecho, en muchos casos fuente esencial de salud para el organismo.
De ahí que la promoción del consumo de agua potable de excelente calidad sea una de las principales premisas del sistema constructivo WELL para conseguir una buena salud.
El Estándar de Construcción WELL promueve hábitos saludables para las personas que viven en su edificios,
como como puede ser una buena alimentación o la práctica de ejercicio físico.
Esas prácticas incluyen como eje principal la promoción de agua potable de calidad con buena sabor y aspecto.
Se trata de algo fundamental si queremos que los habitantes de una vivienda prefieran beber agua del grifo a consumir aquella que viene embotellada.
En este sentido se establece que el sabor del agua tenga determinados niveles de los distintos minerales que la pueden componer,
por ejemplo, de hierro o de zinc, para que sea atractiva para el consumidor además de la opción más saludable.
Buena agua, buena salud
Estamos compuestos de agua por lo que prácticamente ésta fluye por todo nuestro cuerpo afectando a la totalidad de los órganos.
Sistema digestivo:
Aunque a través de la piel también absorbemos parte de los componentes que pudiera contener el agua,
la mayoría entran directamente a través del estómago y sus órganos asociados.
De este modo, una vez absorbidos ya pasan al torrente sanguíneo general.
En este sentido, cuando existe una presencia excesiva de aditivos como el cloro o el flúor, pueden provocar situaciones de malestar estomacal.
Sistema endocrino y reproductor:
La presencia, por otro lado, de restos de herbicidas y pesticidas en el agua como la atrazina, que es uno de los más utilizados, se ha relacionado con la alteración del sistema endocrino.
Sistema urinario:
El glifosato es otro de los herbicidas más utilizados en la agricultura.
Desde hace ya algunos años existe una severa campaña en su contra ya que se le ha relacionado con la aparición de enfermedades en el sistema endocrino y urinario.
Sistema nervioso:
Entre los contaminantes orgánicos más comunes está el cloruro de vinilo que puede afectar seriamente al sistema nervioso del ser humano.
Asegurar la buena calidad del agua en una construcción es parte vital para la seguridad de los ciudadanos y,
por extensión, un tema de salud pública. Debemos tener en cuenta que además de consumirla
para beber también se usa para la higiene personal o la limpieza del hogar por lo que está presente en multitud de áreas de nuestra vida cotidiana.
Los controles periódicos que analicen su calidad alertarán de cualquier cambio potencialmente
nocivo en la composición del agua entrante en los edificios para así poder subsanar el problema de inmediato.
Especial atención se presta a los materiales en este sentido.
Aquellos como el PVC ayudan a transportar un agua sana y sin residuos indeseables.
Esto es un paso esencial en los edificios de nueva construcción pero también se deben tener en cuenta en aquellos antiguos que se vayan a rehabilitar.
El Estándar de Construcción WELL trabaja también otro aspecto fundamental de los edificios y es la eficiencia energética de los mismos.
De esta manera, no solo se ocupa de asegurar una calidad óptima del agua consumida y circulante por la vivienda sino que también procura que no se desperdicie.
Un agua potable saludable permitirá a los residentes de un edificio estar sanos.
Será el primer paso hacia una vida larga y plena.
Les aportará los nutrientes y minerales adecuados y necesarios para mantener sus cuerpos hidratados y funcionando en óptimas condiciones.
Porque el agua es fuente de vida para nosotros, también lo será para nuestros hogares.
Agradecemos la aportación de información y verificación de datos en este post a:
CLIO BERUETE
Periodista especializada en temas medioambientales y sostenibilidad constructiva